El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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martes, 18 de junio de 2013

Buenos-malos y malos-buenos

   El encuentro con su hermana Agathe supone toda una revolución para el hombre sin cualidades. Su primer cambio importante es de orden moral. En los meses anteriores, los que ha dedicado a buscar un sentido para su vida en diversos órdenes, tanto personales como sociales, ha postulado la necesidad de un "secretariado de la precisión" para la dirección del alma, tomando como referente la exactitud matemática a la que ha dedicado su doctorado; pero ahora, tras la muerte de su padre y a raíz de hondas conversaciones con Agathe, comienza a sentir que esa precisión en los asuntos vitales es una utopía tan abstracta y tan falsa como la comunión espiritual a la que aspiran Diotima y Arnheim. La actitud del platónico Arnheim, cuya participación en la Acción Paralela oculta intereses puramente comerciales, revela una bondad como mínimo dudosa, una bondad de mala manera, o una bondad con resultados despreciables; sin embargo, Agathe, que no duda en falsificar el testamento de su padre para perjudicar a su marido, al que piensa abandonar en cuanto pueda, actúa ciertamente mal, como reconoce su hermano, pero con una justificación si no legal al menos vital, dados quienes son uno y otra, y dadas las leyes del momento.
   Al margen de los malos-malos, una especie humana ciertamente escasa, tanto como la de los buenos-buenos, Ulrich cree reconocer dos tipos mayoritarios, el de los "buenos-malos" (buenos de mala manera) y el de los "malos-buenos" (malos de bien). Los primeros viven en un entorno de conceptos gastados y sin vida (como árboles muertos en los que se posan pájaros rellenos de paja, dice Musil); los segundos pueden actuar mal pero aspiran al bien y sienten la vitalidad de los problemas morales
   Es una vez más la contraposición entre una actitud platónica y otra de tipo nietzscheana. La elección ha de establecerse entre una vida protocolaria y ya hecha que intenta enfundar al sujeto en un traje previamente confeccionado, a riesgo de anestesiarlo en el mejor de los casos, o asfixiarlo en el peor; y otra que no oculta sus contradicciones, pero que aspira a la pureza con aquella parte de su ser aún incorrupta.
[ Vid. HsA, II, cap. 18 ] 

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