El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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viernes, 14 de septiembre de 2012

HsA, I


    La escritura y la edición de El hombre sin atributos recuerda a la siembra en el campo. El autor parte de madrugada, en plena juventud, con una alforja llena de semillas y las esparce en hojas sueltas, notas en su diario, en proyectos aparentemente individuales que a veces fructifican y otras chocan con la dura piedra. Al paso del día, de los años, el campo va pareciendo un huerto salvaje, aparentemente tiene forma y dirección; pero el sembrador conoce el lugar exacto de cada erial y las lajas de pizarra en las que nada fructifica. Dos o tres veces recoge la cosecha y la lleva al editor, en la primera está terminando el año 1930 cuando deja en el mercado un primer volumen de la obra, que recoge las partes "A modo de introducción" y "Otro tanto sucede", puede que sólo comparable a esas alturas del siglo a lo realizado por Proust o Joyce, y eso que es sólo el primer tomo de la novela, si bien reúne cerca de mil páginas en 123 capítulos. Lo llamaremos para resumir HsA, I.
   La historia de HsA, II es más complidada. En 1933 el fruto recogido ha sido menos abundante, "tan sólo" 38 capítulos de la sección titulada "Hacia el Reino Milenario o Los Criminales", aproximadamente la mitad de páginas que el tomo anterior. Llegan tiempos difíciles, Musil va comprendiendo que la tarea no va a resolverse en los plazos previstos, se ha propuesto por ello dividir el segundo volumen en dos tomos, siendo éste el primero. A finales de 1937 y comienzos del 38 lleva a galeradas 20 nuevos capítulos (del 39 al 58); pero antes de editar este nuevo fragmento del segundo volumen del tomo segundo, los retira con la intención de rehacerlos y concluir la novela. A partir de la reforma de estos capítulos y de los nuevos fragmentos proyectados, y dado que Musil muere en 1942 sin haber logrado redondear la novela, se suceden las ediciones, quedando para siempre inconclusa, con sus estratos de diversa consideración: capítulos acabados, corregidos y editados, capítulos reformados, capítulos antiguos nunca eliminados, distintas versiones de un mismo capitulo, etc. Entramos en el terreno de la Filología. Un CD-ROM con la obra completa de Musil incluye la totalidad de las variantes, pero en las ediciones en papel no se puede ser tan prolijo. Así, aun tomando como referencia la edición alemana de Adolf Frisé en 1978, que fija los primeros 63 capítulos del segundo tomo y ofrece en apéndices otros esbozos de distintas épocas, las distintas traducciones a otras lenguas hacen sus propias selecciones y, sea el caso, la nueva traducción francesa es más generosa incluyendo esbozos que la edición española.
   En cuanto a la temática, hay un giro también desde el tomo I al II. Se ha destacado que el tomo I es el de la aspiración a la exactitud y una crítica desde dentro de la actitud científica, mientras que en el segundo se abre paso la tendencia al misticismo. Los temas sociales de la Acción Paralela también van desapareciendo en el tomo II, que se vuelca sobre la relación entre Ulrich y su hermana "gemela" y desconocida Agathe.
   La técnica de composición, de sembrado de la novela, cala en la propia obra. Ulrich es un personaje fragmentado, pero no sin "atributos" como equívocamente traduce, propiciando el chiste fácil, el traductor del primer tomo original (quien por cierto, y a pesar de sus muchas soluciones vigorosas y una prosa algo alambicada pero a la postre muy bella, tiende a escoger los términos más extraños para el vocabulario técnico; el traductor del segundo tomo ofrece una versión más legible a este respecto, aunque menos literaria). Ulrich es un personaje no sin "atributos", sino sin "cualidades" o "predicados", en concreto sin cualidades estables. Hasta tal punto cree estar malgastando su vida, que a los 32 años y después de unos estudios absorbentes de matemáticas e ingeniería, a pesar de su vida burguesa y acomodada, las múltiples amantes y un puesto en la élite política del Imperio, decide quitarse la vida si al cabo de un año no descubre cómo dirigir y darle contenido a su vida. En el primer tomo asistimos a los primeros seis meses de ese plazo, a las reflexiones de este filósofo espontáneo que nunca ha escrito y que sin embargo se planteará finalmente la redacción de un tomo sobre sus experiencias. Esas experiencias parten de una conciencia clara de la dispersión personal y social, del torbellino de contradicciones, del choque de las ideas entre sí y con las sensaciones, de las múltiples posiciones que reclaman para sí el estatuto de únicas y verdaderas. Es en suma el estado de crisis de las ciencias de principios de siglo al que Musil no es ajeno desde sus estudios sobre Mach. El método con que afronta esta situación es admirable, en parte cartesiano y puramente fenomenológico: propondrá "abolir la realidad" (ponerla "entre paréntesis" diría Husserl) y aplicar la lógica al análisis de los fenómenos para intentar encontrar su regla de formación y desarrollo. Pero la lógica es sólo una de sus tendencias, como pronto advierte, y lo racional se ve acompañado con la sombra del sentimiento y la vivencia, de forma que rara vez se encuentran manifestaciones puras del espíritu. Cuanto más retrocedamos (al modo fenomenológico, pero también al modo genealógico de Nietzsche) hacia el origen de las ideas, más conscientes seremos de esa unión, que podríamos llamar metafórica.
   En el primer tomo no hay una opción clara por la lógica o la metáfora; pero el procedimiento poético, los discursos repletos de analogías y la deriva de un personaje clave, Clarisse (algo así como Ulrich en mujer, en oposición y complemento), expresión extrema de la vía metafórica, indican el curso que la novela atacará en el tomo segundo, ya que la propia Clarisse propone la necesidad de mirar a través de la grieta en el muro de la realidad, reconocer que ésta es un estado subjetivo. Otra cosa será que el abandono total de la lógica nos pueda llevar a estados cercanos a la locura.
   Después de haber recibido el ofrecimiento de trabajo conjunto y hasta la posibilidad de adopción por parte de uno de los prohombres del momento (el industrial Arnheim, trasunto de Rathenau), Ulrich regresa a su casa y tiene una experiencia de gran felicidad en mitad de la noche. Decide dar un curso claro a su vida: o adoptar el tono narrativo y ordinario de la vida corriente o aceptar su imposibilidad. Ya en casa, Clarisse lo aguarda con su propio conflicto interno, dispuesta como siempre a darle una solución impulsiva. Se enteran por un telegrama de que el padre de Ulrich ha muerto, y tras recibir la felicitación de Clarisse (luego le dará una especie de pésame), Ulrich se descubre en un cruce de caminos que le permite empezar de nuevo, en consonancia con lo que viene experimentando. Sabemos que va a salir de viaje, que por unos meses estará ocupado con la herencia, que la novela y su vida dan un giro. Esa misma noche Clarisse se le ofrece y le pide un hijo, él la rechaza a duras penas, pero queda intrigado por esa vida en "el otro estado" que representa su amiga (una especie de misticismo en que el mundo y el sujeto, aun siendo dos, forman parte del mismo conjunto, tal y como dos hermanos siameses). Parece una anticipación de la metamorfosis que él mismo va a sufrir a partir de entonces. Pasa la noche en duermevela y al alba hace sus ejercicios antes de irse de viaje.

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