El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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sábado, 17 de marzo de 2012

La felicidad, según Mme. du Châtelet

   Tratemos pues de conservar la salud, de no tener prejuicios, de tener pasiones y hacer que contribuyan a nuestra felicidad, de sustituir nuestras pasiones con inclinaciones [si las primeras no contribuyen a nuestra felicidad], de conservar celosamente nuestras ilusiones, de ser virtuosos, de no arrepentirnos jamás, de alejar de nosotros las ideas tristes y no permitir nunca a nuestro corazón que conserve una chispa de gusto por alguien cuya inclinación por nosotros disminuye y que nos deja de amar. Algún día habrá que dejar el amor, a poco que se envejezca, tal día habrá de ser aquel en que deja de hacernos felices. En fin, pensemos en cultivar el gusto por el estudio, algo que hace que nuestra felicidad dependa únicamente de nosotros mismos. Preservémonos de la ambición y sobre todo sepamos bien lo que queremos ser. Decidamos el camino que queremos tomar para nuestra vida y tratemos de sembrarlo de flores.

Émilie du Châtelet: Discours sur le Bonheur (ca. 1745-1748). Citado en Martí Domínguez: El siglo de Voltaire. Conferencia en la Fundación Juan March (6/03/2012). Descargar.
Discours sur le Bonheur. Paris: Les Belles Lettres, 1961, págs. 38-39. Édition de Robert Mauzi.

Madame du Châtelet (1706-1749)

Mme. du Châtelet se anticipa a Tolstoi:

   "Los infelices se reconocen en que tienen necesidad de los otros, que aman relatar sus desventuras buscando remedio y consuelo. Los felices no buscan nada y no precisan comunicar a los otros su felicidad. Los infelices son interesantes; los felices son desconocidos" (pág. 5)

Sobre el amor:

   "Se reconoce más el amor por las desgracias que provoca que por la felicidad, a menudo oscura, que derrama en la vida de los hombres. Supongamos por un instante que las pasiones provoquen más infelicidad que felicidad, afirmo que aun así serían deseables, pues son la condición sin la cual no se pueden tener grandes placeres, y sólo vale la pena vivir para tener sensaciones y sentimientos agradables. Cuanto más vivos son los sentimientos agradables, más felices somos" (p. 6).

   "He dicho que nuetra felicidad depende de nosotros, eso es seguro; y sin embargo la pasión que nos puede dar los mayores placeres pone por completo nuestra felicidad en dependencia de los otros. Me refiero al amor.
   Esta pasión es la única que nos lleva a desear vivir y a dar gracias al autor de la naturaleza, sea quien sea, por habernos dado la existencia. (...) Si esta inclinación mutua, este sexto sentido, el más fino y delicado, el más precioso de todos ellos, logra juntar a dos almas sensibles por igual a la dicha, al placer, todo está dicho, nada más es preciso para ser feliz si exceptuamos a la salud; todo lo demás es indiferente" (pp. 27-28).

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